Deseo in vitro

Desde jovencita había imaginado que formaría una familia ideal.
Sin darse ni cuenta, como habitualmente nos sucede en lo relativo al paso del tiempo, su esforzado discurrir por la vida la había trasladado a un futuro que no cuadraba con aquella vieja idea.

Estaba harta de no encontrar el príncipe azul de sus sueños, debían de ser de tirada limitada y el stock parecía haberse agotado.

Miraba debajo de las tapas de yogurt, enviaba mensajes sms con la palabra clave prince, escribía a todos aquellos concursos de televisión de los que tenía conocimiento, aprendió a interpretar los posos del café, consultaba la carta astral pero la suerte no iba con ella.

Por si eso fuera poco otro sentimiento se entremezcló en su ya atribulado pensamiento, empezó a sentir la necesidad de ser madre.

Mil y una metáforas salían por su boca y ninguna era capaz de describir la explosión de impulsos que empezó a sentir.

Una mañana se levantó y notó que algo había cambiado, algo minúsculo empezaba a desarrollarse dentro de ella. Como si fuera víctima de un contagió percibió un pequeño pensamiento que llevaba camino de convertirse en una idea liberadora. Ya no se iba a poner nerviosa porque se le pasase el arroz, llegado el momento se lo tomaría precocinado.

Así que un pequeño tubo de ensayo se convirtió en su gran ilusión.
Lo guardaba en una cajita y lo miraba cada día al levantarse, pensaba en él cada vez que percibía algo de su agrado como queriendo compartir con él ese sentimiento, empezó a sorprenderlo levantando la tapa de la caja como quien mira el premio debajo de la tapa de un yogurt... y al final acabó dándose cuenta que era simplemente un tubito de cristal y había que llenarlo.

No se sabe impulsada por qué fuerza, dando muestras de una prisa inexplicable si vistió, cogió el tubito y salió de casa, recorrió el pasillo, llamó a la puerta y antes que se diera ni cuenta estaba delante de él, con el tubito en la mano.

Una intensa oleada de calor subió a sus mejillas y sin saber como salir de esa situación dijo:
- Perdona, me he quedado sin sal, ¿te he despertado?
A lo cual su nuevo vecino respondió,
- Me parece un poco pronto para cocinar...