Ponernos en el lugar del otro nos abre los ojos sobre la injusticia.
La liberalización de Filfo
Como cada miércoles Filfo se había levantado y había revisado la lista de asuntos pendientes.
Después de desayunar se echó a la calle y bajo hasta el centro de la ciudad, buscó la dirección que llevaba apuntada en su libreta y enfiló su destino seguro de si mismo.
Atravesó el portal abierto y subió por las escaleras hasta la oficina del secretario y éste le atendió casi inmediatamente.
Había hecho su solicitud hacía unos días a través de un e-mail, así que no hubo preguntas, tan solo la enumeración simple y llana de todo a lo que estaba renunciando.
Quizás estaba contrariado de que nadie intentara ahondar en sus motivaciones para lo cual llevaba preparadas varias explicaciones un tanto recriminatorias.
Incluso se extrañó de que no le hicieran una contraoferta o no tuviera que abonar penalización por incumplir un contrato de permanencia.
Al fin se había liberado de la pertenencia a una institución que él nunca había elegido, no se si también de la creencia en Jesucristo.
Un poco más tarde, la misma mañana y casualmente en el mismo edificio, aún estaba por ocurrir la resolución de otro asunto pendiente, esta vez algo más mundana.
Después de desayunar se echó a la calle y bajo hasta el centro de la ciudad, buscó la dirección que llevaba apuntada en su libreta y enfiló su destino seguro de si mismo.
Atravesó el portal abierto y subió por las escaleras hasta la oficina del secretario y éste le atendió casi inmediatamente.
Había hecho su solicitud hacía unos días a través de un e-mail, así que no hubo preguntas, tan solo la enumeración simple y llana de todo a lo que estaba renunciando.
Quizás estaba contrariado de que nadie intentara ahondar en sus motivaciones para lo cual llevaba preparadas varias explicaciones un tanto recriminatorias.
Incluso se extrañó de que no le hicieran una contraoferta o no tuviera que abonar penalización por incumplir un contrato de permanencia.
Al fin se había liberado de la pertenencia a una institución que él nunca había elegido, no se si también de la creencia en Jesucristo.
Un poco más tarde, la misma mañana y casualmente en el mismo edificio, aún estaba por ocurrir la resolución de otro asunto pendiente, esta vez algo más mundana.
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