Me sorprende la insistencia de los catalanes, pero no lo digo por lo
que estáis pensando, hoy no se trata de independencia .
Es
día de san Jorge o como ellos lo llaman, san Jordi, día del libro,
aunque no es fiesta en Cataluña los escritores y libreros hacen su
agosto, pero tampoco es de los libros a lo que me refiero.
Desde
primera hora de la mañana ya se nota que es un día especial, ya
tienen sus puestos en cada esquina, ofreciéndote el artículo del
día: la rosa.
Al
principio este ofrecimiento es tímido y es la gente la que se va
acercando a comprarlas, pero en cuanto el sol calienta el ánimo
también.
Cuando
vas a almorzar ya se empeñan que lo que pega con el café no es
tomar un bocadillo, es comprar la rosa, así que a la vuelta ves
desfilar a la gente con sus rosas, algunos quizás con hambre, pero
con un montón de ellas, afortunados dueños de su harén particular.
Rosas
que no entienden de razas, idiomas ni religiones, ¡Ay que me las
quitan de las manos!, dice una gitana, ¡rosas de todos los colores!.
Un catalán que se acerca, y algo raro noto, me habla en castellano:
“¿Quiere una rosa por san Jorge?”, lanzado al chapurreo
políglota también se atreve con el rumano y el moro que pasaban a
su lado… por un momento creo estar en el Gran Bazar de Estambul.
Rosas
antialérgicas, rosas que se comen, rosas de azúcar, rosas
artesanas, rosas de papel, rosas que huelen, rosas que no, rosas
halal, rosas de vino, día de rosas….
Una
chica me sonríe, debe ser mi día, pero enseguida me ofrece una rosa
y yo, yo me siento un capullo. En los semáforos los que venden
pañuelos han dejado por un día el paso a las rosas, en el Mercadona
no me ofrecen forzadamente el producto estrella en la caja, me
ofrecen la rosa, y hasta cuando voy a correr noto que alguien me
sigue y ágilmente me rebasa y me ofrece la rosa.
Rosas
que se adaptan a todas las buchacas, pero la pela es la pela y no
quieren dejar ni una sin dueño, con lo cual el último tramo del día
la competencia se hace feroz.
Corriendo
me refugio en casa, doy dos vueltas a la llave, cierro el balcón de
mi apartamento en el sexto piso, en la TV no se habla de otra rosa,…,
hora de dormir, por si acaso lanzo una ojeada debajo de la cama y
casi entre sueños creo escuchar … rosas noches!