Se encontraban a la orilla del lago, lanzando sus cañas, a la espera.
Llevaban pan en abundancia, pero hasta el momento sólo un pez.
Nos invitaron a compartir con ellos, pero queríamos subir a ver un castillo unos kilómetros más arriba, así que prometimos regresar más tarde.
Al atardecer, al volver, los encontramos muy animados como si les hubiera sucedido algo increible. Saltaban, se abrazaban, como sumergidos en un éxtasis compartido.
¡Se han multiplicado los peces!
Todo tenía su explicación:

2 comentarios:
jajaja debo admitir que me causó bastante gracia
claramente el alcohol no sólo multiplica los peces
multiplica amistades, amores, razones.. c o r a z o n e s
saludos Carlos
se le extraña desde este pequeño gran abismo del mundo
Pues si, un buen relato que despierta una sonrisa al terminarlo.
Desde mi casi nula interactividad bloguera paso a dejarte un beso. Sigo leyéndote aunque pase de puntillas.
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