Sucedió en el metro, una mañana bastante fría, en que estos túneles pueden resultar un refugio acogedor.
De repente, todo se fue inundando con el color de una melodía.
¿Como influía esa melodía en la gente?, es algo que solo la gente podría responder.
Yo me limito a narrar y reflexionar sobre lo que vi.
Casi nadie paraba, no son horas estas para ponerte escuchar música teniendo otras obligaciones cotidianas que atender, solo algunos niños que de obligaciones todavía no saben, giraban su cuello al pasar, sorprendidos por semejante exhibición sensorial y eran arrastrados por sus padres de forma totalmente insensible.
Unos, si ni siquiera detenerse arrojaban algunas monedas , quizás presos de la costumbre de favorecer a los necesitados o tal vez arrastrados por un sentimiento de culpabilidad por el poco valor que se da a la belleza libre y gratuita.
Otros, los que valoran las pequeñas cosas, se sentían reconfortados y trataban de atrapar unos instantes para devorarlos en mejor momento.
Algunos, miraban sorpendridos, ante la destreza de aquel músico.
Días más tarde, venía en el diario, que el famoso músico Joshua Bell y su millonario Stradivarius habían actuado de forma clandestina en el metro.
No es una buena señal si estamos condicionados a valorar las cosas por su precio, su aforo limitado y su exclusividad y en los entornos convencionales.
¡No hay ley de sostenibilidad capaz de remediar esto!, ¿quien será capaz de alertarnos sobre lo que nos estamos perdiendo?
De repente, todo se fue inundando con el color de una melodía.
¿Como influía esa melodía en la gente?, es algo que solo la gente podría responder.
Yo me limito a narrar y reflexionar sobre lo que vi.
Casi nadie paraba, no son horas estas para ponerte escuchar música teniendo otras obligaciones cotidianas que atender, solo algunos niños que de obligaciones todavía no saben, giraban su cuello al pasar, sorprendidos por semejante exhibición sensorial y eran arrastrados por sus padres de forma totalmente insensible.
Unos, si ni siquiera detenerse arrojaban algunas monedas , quizás presos de la costumbre de favorecer a los necesitados o tal vez arrastrados por un sentimiento de culpabilidad por el poco valor que se da a la belleza libre y gratuita.
Otros, los que valoran las pequeñas cosas, se sentían reconfortados y trataban de atrapar unos instantes para devorarlos en mejor momento.
Algunos, miraban sorpendridos, ante la destreza de aquel músico.
Días más tarde, venía en el diario, que el famoso músico Joshua Bell y su millonario Stradivarius habían actuado de forma clandestina en el metro.
No es una buena señal si estamos condicionados a valorar las cosas por su precio, su aforo limitado y su exclusividad y en los entornos convencionales.
¡No hay ley de sostenibilidad capaz de remediar esto!, ¿quien será capaz de alertarnos sobre lo que nos estamos perdiendo?
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