Empatía

Observaba a los demás, era su juego favorito.
Analizar sus gestos, prever sus reacciones, imaginar sus sentimientos le causaba cierta agitación interior que le hacía sentirse viva.
A veces intentaba reproducir esos escenarios en su pensamiento cambiando al personaje por si misma.
Así era, pero un día sucedió algo extraño: Igual que al aprender otro idioma llega un momento en el cual piensas sin traducir, empezó a sentir algo que no parecía proceder de su cabeza. Sus sentidos parecían haber extendido sus terminaciones nerviosas hacía las personas que se hallaban a su alcance.
Y llegó el día en el que no supo diferenciar si lo que sentía era elaborado por su pensamiento o realmente se encontraba dentro de la piel del otro.
Fue entonces cuando dejó de interesarse por si misma y de sentir lo propio,y como si se tratase de una serpiente que muda su piel, abandonó su cuerpo, que dejó de respirar y se instaló definitivamente en los demás.

2 comentarios:

Carlota dijo...

Hasta aquí he llegado. Creo que no hay más... ni nada menos. Me han encantado todos tus posts. Un placer entrar a leerte. ¿Qué pasaría si todos llegásemos a tal grado de empatía, como el de la protagonista de esta historia? :) Un abrazo.

El pasajero dijo...

Si llegaramos a cierto grado de empatía ¿todos seríamos uno? ... dificil de creer ...